Me ha venido a la mente aquellos días navideños de finales de 1996. Me veo con mi flamante regalo. Se trataba de todo un módem interno (si había que instalarlo abriendo el PC). Era todo un 28.8K/s. ¡Puff, vaya bicho!
¡Qué recuerdos! Esas conexiones que duraban minutos. Esperando con los dedos cruzados que nadie de la familia quisiera llamar por teléfono, llamaran a casa. Otro aspecto era no pasarse en los bonos o tarifas (se pagaba por minuto conectado).
Ya bien pertrechado y en mi cómodo asiento, arranco Netscape Navigator y me conecto a Infovía. Realmente uno no se conectaba directamente a internet si no a una pequeña red Internet a la cual se podía acceder vía telefónica sin necesidad de realizar una contratación con ningún proveedor de acceso. Para navegar realmente había que pagar una tarifa extra a terceros proveedores. Todo un carajal.
Ya estamos, después de más de un cuarto de hora entre una cosa y otra, navegando. Todavía me dolían los oídos de estar un rato escuchando los pitidos de conexión.
Las cargas eran lentas, los contenidos pocos y estáticos, pero era una maravilla. ¡Que recuerdos! Además podías usar el correo enviando powerpoints en cadena con gilipolleces varias, así como conectarte al MSN Messenger y poder hablar con tus amigos.
Quien nos iba a decir la importancia que tendría internet en nuestras vidas en ese momento, cuando uno era el bicho raro que se conectaba a esa caja tonta que hacía un ruido infernal al iniciar el proceso de conexión y que costaba un ojo de la cara al mes.
Unos años después fliparía con mi nuevo módem US Robotics de 56 k y una conexión infernal. Eso sí, mismo ruido al conectar, un pastón en gasto de conexión si te pasabas, el papa y la mama quejándose de no poder llamar. Pero uno era más feliz que un colín.
